Dos copas de vino esperaban junto a la chimenea
eran cómplices de emborrachar nuestro deseo,
llevándonos a disfrutar este esperado momento,
tan soñado, tan imaginado... Al fin a punto de realizarlo...
Podía percibir tu perfume, mezclado con el olor de tu piel,
la calidez del ambiente, el hogar cobijándonos;
la luz de su fuego alumbraba el contorno de tu cara,
se formaba un hechizo atrapante en nuestra mirada.
Quemábamos por dentro, como esa misma leña
encendiéndose lentamente, pausadamente,
como tu forma de observarme... De amarme.
Tus ganas de sentirme, mi deseo de entregarme
se consumían como esas brasas ardientes.
Nos acurrucamos entre esas paredes rústicas
embriagándonos con ese olor tan soñado.
Y ahora... Serán testigo de nuestra pasión,
nos dejaremos llevar, el lugar es perfecto
nuestras manos comienzan a entrelazarse
a quererse palpar; inquietas, escurridizas, harán efecto.
En nuestros cuerpos van a experimentar,
dejarán huellas en cada centímetro de nuestra piel
volviéndose a juntar, a tocarse,
a mimarse entre ellas una y otra vez.
Tus manos son más fuertes, pero con suavidad me desnudas,
dejándome abrigada sólo con el calor de tu cuerpo
embriagándome de pasión con toda tu ternura.
Al fin tú mío mi amor, y yo, desmedidamente tuya...
Las notas musicales se confundían
con la melodía que salía de nuestro interior,
los insostenibles suspiros aumentaban hasta estallar de placer
y estos cuerpos sedientos gozaban sin temer.
Las cenizas del fuego marcaban el tiempo,
los minutos, las horas de amor...
El vino acompañó cada momento,
tu aliento traía su aroma, haciéndonos perder una y otra vez.
El amanecer nos sorprendió frente a la chimenea,
tapados con una manta de seda azul mirando por el ventanal,
observando sorprendidos que diciembre acaba de empezar...
Los copos de nieve caían... Como nuestras lágrimas, de felicidad...
Así comenzó nuestra historia en esta cabaña soñada,
entre montañas y pinos donde nos entregamos en cuerpo y alma,
y luego de un largo suspiro... De nuevo,
nos comenzamos a amar hasta la eternidad...
Deliciosas letras, casi tan dulces como el mazapán, Kary, eternamente, como se quisiera acariciar suavemente y para siempre, el cuerpo del ser al que se ama... Una cálida y delicada flor cargada de aroma a frescura y lavanda...
ResponderEliminarEn definitiva, mi dulce amiga, se te nota la felicidad y lo enamorada que estás. ¡felicidades¡
Muchas gracias Frank por pasar y dejar tu comentario tan dulce como siempre,besitos.
EliminarExtraño no ver mi comentario, pero creo que por esas fechas no te conocía. Ahora escribes más poéticamente que antes.
ResponderEliminarNo está mal pero ahora ahorras palabras y descripciones para centrarte en lo fundamental y no hacer una poesía interminable.
En español, acobijándonos no existe. Es cobijándonos y, desde luego, jamás en el mundo entero he visto ni oído hablar de una manta de seda, jajajajaja... qué frío, xD!!!!
Aunque no dudo de que existan.
Un abrazo, Karina. Muy apasionado tu poema.
Las fotos y la música comparten el ambiente ideal del poema.
EliminarSí,creo que todavía no entraba mucho al grupo o no estaba, no recuerdo. Aunque este poema lo compartí cuando participaba en el Blog de Jud.
EliminarYo también noto mis cambios (de mis primeros poemas sobre todo)Me alegro que notes mejoría ahora.
Gracias por la aclaración de la palabra "cobijándonos" me la habré inventado aaj.
Y lo de la manta, no quería decir colcha, que es el nombre que le damos, o cubrecama o frazada.Y me gustaba que sea de seda, el frío no se siente frente a la chimenea ajajj. Y existen.
Fuera de broma, muchas gracias por pasar y comentar.
Un besote.