Cuando creía que mi alma
jamás se sentiría libre,
llega ese momento que tanto ansiaba,
siento mi alma purificada.
Tantas veces me ví hundida
atrapada, enterrada, condenada,
sin una oportunidad más;
en lo más profundo de la oscuridad...
Encadenada de por vida a una ilusión,
al hecho imposible de poder olvidar
tu perdurable y doloroso adiós.
Algo en mí ya cambió
pero no es suficiente.
Sigo atada a ese adiós.
Cuando creía que ya olvidaba,
el fantasma de tu mirada
me embruja y me acorrala.
Ya tengo la cicatriz eterna
en mi alma que me condena,
y en mi piel, el fuego, ha tatuado
para siempre mi dolorosa pena.